Yo envidio.
Envidio poco.
Envidio apenas.
Envidio sin trampas.
Le envidio a Benedetti
su no te salves;
a Poe
la máscara de la muerte roja;
a Stevens
el emperador de los helados;
a Shepard
toditas sus crónicas de motel.
Le envidio a él
tener esos fuertes brazos
que ahora te sostienen,
esa inmensa espalda
que vos le dibujas cada mañana.
Yo envidio.
Envidio poco.
Envidio apenas.
Envidio sin trampas.
Y sin nada,
nadita,
de envidia sana.
Envidio poco.
Envidio apenas.
Envidio sin trampas.
Le envidio a Benedetti
su no te salves;
a Poe
la máscara de la muerte roja;
a Stevens
el emperador de los helados;
a Shepard
toditas sus crónicas de motel.
Le envidio a él
tener esos fuertes brazos
que ahora te sostienen,
esa inmensa espalda
que vos le dibujas cada mañana.
Yo envidio.
Envidio poco.
Envidio apenas.
Envidio sin trampas.
Y sin nada,
nadita,
de envidia sana.
2 comentarios:
Maravilla, Anne!
Me encanto, realmente, siento envidia de la sana. .
Gracias por estar siempre presente.
Publicar un comentario