12 septiembre 2013

Carminum II, 3 (A Delio)

Acuérdate de conservar una mente tranquila 
en la adversidad, y en la buena fortuna
abstente de una alegría ostentosa, 
Delio, pues tienes que morir, 
y ello aunque hayas vivido triste en todo momento 
o aunque, tumbado en retirada hierba, 
los días de fiesta, hayas disfrutado 
de las mejores cosechas de Falerno. 
¿Por qué al enorme pino y al plateado álamo 
les gusta unir la hospitalaria sombra 
de sus ramas? ¿Por qué la linfa fugitiva 
se esfuerza en deslizarse por sinuoso arroyo? 
Manda traer aquí vinos, perfumes y rosas
—esas flores tan efímeras—, mientras 
tus bienes y tu edad y los negros hilos 
de las tres Hermanas te lo permitan.
Te irás del soto que compraste, y de la casa, 
y de la quinta que baña el rojo Tíber;
te irás, y un heredero poseerá 
las riquezas que amontonaste. 
Que seas rico y descendiente del venerable 
Ínaco nada importa, o que vivas 
a la intemperie, pobre y de ínfimo linaje: 
serás víctima de Orco inmisericorde. 
Todos terminaremos en el mismo lugar. 
La urna da vueltas para todos. 
Más tarde o más temprano ha de salir 
la suerte que nos embarcará 
rumbo al eterno exilio

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